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Rediktum es un personaje perteneciente a Zakura15.

Historia

Pasado (Rediktum)

Dentro de una realidad donde los llamados Dioses de la Destrucción no existen, cada universo acaba naturalmente, al cumplir un "ciclo" determinado. El inicio de este "final" comienza cuando dos fuerzas igual de poderosas entran en conflicto; esa era una creencia popular, y bien se sabía lo que le deparaba a la guerra: la autodestrucción de ambos bandos, nadie sabía con certeza cómo, pero así debía proseguir.

Y érase dentro de este basto universo, un planeta único, cuya esencia se encontraba rebanada en dos partes, dos clanes pertenecientes a una misma raza, pero que de iguales tenían solo la apariencia. Uno de estos, representante del bien, de todo lo noble y lo pacífico en el mundo, y el otro, el de las tinieblas, el de la oscuridad y lo soberbio. Se habían separado hace mucho tiempo, tanto que los orígenes de la misma raza se fundían escondidos en los inicios del mismo universo; así de lejano era su legado, pero aún con eso, y por sorprendente que pareciese, convivían armoniosos, con una tensión que se inflama con el pasar de los siglos, y varios conflictos de por medio, pero era su "armonía", y la razón por la que ninguno había abandonado el planeta, el odio natural entre ambas partes, la competencia constante entre el bien y el mal, al final formaba parte de un equilibrio único, era necesario, muy necesario que los opuestos chocaran entre sí, impidiendo que uno se alce más sobre el otro.

Ellos estaban enterados también de lo que por ahí se contaba, y la leyenda se hizo temida, mucho; a través de esa única regla giraba el eje de sus acciones. Podían tener pequeños conflictos terrenales, podían estar en paz, y aberrarse el uno al otro, pero nunca romper el equilibrio, nunca permitir que la brecha de un clan superase al otro, cuando veían que uno se asomaba al poder, el otro lo bajaba, y así era siempre, y así seguiría, para evitar lo peor.

Rediktum, el hijo del Lord actual, un niño ciertamente erudito desde joven, un pequeño que había sido enseñado desde su nacimiento a anteponer la diplomacia ante su propia vida, y que su meta fuese gobernar como el mejor, no gobernar como sus antepasados, no, superarlos; que no lo hiciera, significaría desgracia, un declive en el balance y la evolución de su pueblo, y eso no estaba permitido. El rubio había aprendido a aceptar esa presión, por parte de su padre, de su madre, y de sus futuros súbditos. Aún así, era difícil para un niño sobrevivir en un lugar donde regía la paz, pero también la frialdad, siempre la paz era acompañada de cierta frialdad, y no puedes pedirle a un niño que enfríe sus sentidos, no, aquello sería matarlo, y así fue, la infancia de Rediktum murió muy rápido, y antes de siquiera aprender a leer y escribir completamente, era frío y serio, como debe ser un gobernante.

A corta edad, había aprendido el odio, odiar a sus enemigos era lo correcto, lo honorable, y no había margen para las dudas, cada vez que el chiquillo preguntaba inocentemente las razones, en su pureza sentimental y rechazo a aquellos sentimientos negativos que le querían imponer, la respuesta siempre era la misma. "Porque esa es nuestra esencia y destino, ese nuestro lugar en el universo y con lo que le brindamos un bien a este, al darle un equilibrio, es algo que solo nosotros podemos hacer. Rechazar este deber, rechazar tu destino y tu linaje es de cobardes. Tú no eres cobarde, hijo mío, no quieres serlo." repetía su padre, siempre, exactamente como la última vez, parecía un intento de que aquella frase se quedara instalada en su cabeza, y lo persiguiera por las noches, así como persiguen las pesadillas y el temor de algo incierto, así se comenzó a sentir él.

No todo fue malo en su formación, sin embargo, ya sumergido en su total apatía y estrés, era momento de que comience a crear lazos, conexiones que en un futuro aseguraban alzarlo a la grandeza, así, se le fue presentado Airbag, el que se convertiría en mano derecha durante su reinado, y que, al igual que él, estaba siendo sumergido en ese mundo de rectitud y caballerosidad, pero también de vacío y pérdida. No tardaron en encontrar en el otro un compañero, crecieron a la par, y ayudándose mutuamente en las tareas y el deber; al poco tiempo de conocerse, los habían hecho convivir como hermanos, para afianzar su relación y que resulte favorecedor en un futuro, y quizás desde afuera se trataba nada más que de un complot entre adultos, pero desde la mirada de los jóvenes, habían encontrado una razón para pensar que la burbuja en la que vivían no era tan mala, y por primera vez, sentimientos como la amabilidad y ayuda al prójimo surgieron naturalmente, y no por obligación.

Los años pasaban, y parecían inclinar la mentalidad de Rediktum hacia algo más cercano a lo que de él se esperaba. Había dejado atrás esa duda y anhelo de rebeldía hacia sus costumbres, y se aferró fuertemente a la ideología de su pueblo, a la idea del bien como algo correcto, y el mal como un error terrible. A pesar de ello, quizás muy en el fondo, en una parte de sí mismo que no quisiese reconocer, seguía dudando al respecto, pero nunca lo diría, no ahora que tenía un pueblo por el cual luchar, y una consciencia del deber.

Había sido entrenado física y mentalmente para dominar la magia, y su potencial era grande, como se esperaba. Y así como grande, igualmente sobreexplotado; horas de memorización de hechizos, manejo de monstruos, tatuajes y signos deteriorando su piel y parte de su vista, pruebas extremas que lo obligaban a aferrarse a la vida de las peores formas, pero al fin estuvo listo para entrar al campo de batalla. No era frecuente, pues la política de no violencia era perpetua entre su clan, pero cada tanto se alzaban pequeñas disputas, o uno de los gobernantes malignos llegaba a amenazar con derrocarlos, y era necesario ponerlos en su lugar.

Sellos poderosos se le fueron implantados al joven, en riesgo de acortarle la vida, pero era un precio necesario por todo el poder que había ganado. No obstante, el poder no era suyo por completo, el poder no pertenecía nunca por completo a los reyes, pues eso los dejaría libres de abusar; para ello existían las condiciones en los sellos, con este tipo de habilidades, se dependía del equipo, siempre, y nadie podía ganar un combate completamente solo.

El rubio no disfrutaba realmente de combatir, no veía un significante especial en ello, pero le causaba suma curiosidad tener una oportunidad de observar a sus oponentes; los opuestos no tendían a relacionarse, y por lo general no se veían entre ellos, por lo que el campo de batalla era la mejor idea que podían darse, y la impresión que tenía el príncipe no era buena, en aquellas arenas, empapados en sangre y disfrutando la masacre, repulsiva escena que se le quedó grabada en la cabeza, pero en realidad, era eso lo que estaba buscando, una excusa, mantenerse atado a ese sentimiento de repulsión le evitaba sentir remordimiento al matar, o al menos, le aligeraba la carga, y mantenía encasilladas las incógnitas que hace tiempo había dejado en el olvido.

Nunca había tenido oportunidad de ver a su rival por excelencia, el príncipe del bando contrario, puesto que no podían encontrarse, eso estaba contra las normas; si se enfrentaban directamente, podían ocasionar caos, y condenar a todos, eran dos fuerzas demasiado poderosas. Aún así, la imagen que Rediktum se hacía de él a través de relatos y la propia visión que ya poseía del clan era, en extremo, maligna, perversión pura, hasta los huesos, y era más fácil imaginarlo de esa forma.

Llegó el día en que su padre murió, de causas naturales, y aunque el rey contrario se hallase vigente, era norma que los dos herederos debían ocupar el puesto a la par, para evitar discordia. Y así fue proclamado el nuevo Lord, que junto a su acólito, a quién no había visto por largo tiempo debido a su entrenamiento y estaba feliz de recibir, se ganó el nombre de rey de la mejor forma posible. Se trataba de un servidor del pueblo, siendo amable y dispuesto a ayudar, a veces vagaba por su tierra, en busca de problemas por resolver y dormía fuera de su reino por largos periodos, para ver las condiciones de vida de sus habitantes. Había resultado un gobernante ejemplar, pero aún con eso, seguía existiendo en él una falta de vida notable, para sus súbditos, y su familia, en especial, para su mano derecha, quién por cuestiones éticas debía limitarse a callar y aconsejar de ser necesario, pero en el fondo, daba señales de estar preocupado por su amigo.

La tensión seguía subiendo, junto con la expectativa; el que el joven haya resultado tan buen líder era un inconveniente, de ser así, el rey de los otros debería también volverse ejemplar, alcanzar el nivel de su enemigo, más no sobrepasarlo. Para sorpresa de todos, así fue, mientras que de un lado las condiciones se volvían cada vez más favorables, en el otro también, pero de forma distinta, de forma mucho más corrupta; eran dominadores, y se encargaban de conquistar planetas y galaxias, y en ese tiempo, su círculo de poder y esclavitud se amplió inexorablemente. Todos temían al emperador de tinieblas, aún si nadie lo veía, todos hablaban de él, porque tenían miedo de lo que pudiera llegar a pasar, de que no respetase la tradición que sostenía a su gente, y a su mundo.

Las sospechas se volvieron ciertas, llegó el día en el que se anunció, se había hecho algo inédito, que nunca debía pasar, aquellos se habían aliado con una fuerza externa, y proclamaron una guerra a los opuestos de su raza. Todos estaban eufóricos, sin importar el bando, todos temían a lo que se acercaba, sabían que el único destino que podían esperar era la muerte, y repudiaban al Lord, a quién había causado todo esto. ¿Qué se le habría cruzado por la cabeza para cometer tal traición hasta a su propio pueblo? Era una pregunta que en la mente de Rediktum resonaba constantemente.

De esa manera se desarrolló la guerra; Rediktum no se encontraba en buen sentimiento con la disputa, su pueblo siempre había sido pacífico y entrar en esta clase de conflictos iba en contra de lo que veía correcto, no quería ver morir a su gente ni matar de forma innecesaria, así que, tomó la decisión de dialogarlo. Citó al enemigo, y se vieron al fin, cara a cara, y este último era todo lo que había esperado, siniestro y con mirada amenazante, ojos envueltos en sangre, despiadados. Entre el silencio incómodo, llegaron a un acuerdo, algo que cambiaría por siempre la forma en la que vivían, pero el rival no estaban dispuesto a negociar otra cosa. Así sellaron el trato, ambos tendrían un combate a muere, y el ganador se llevaría el futuro de todos, y se convertiría en el único gobernante de ambos clanes.

Nadie parecía realmente conforme ante la decisión, pero la aceptaban, porque sabían y temían a lo que la contienda pudiera ocasionar. Una parte, sin embargo, expresaba públicamente su disgusto, entre ellos, la mano derecha del príncipe, el querido amigo de Rediktum, y su hermano sin lazo sanguíneo. La idea de que se hubiera entregado a una posible muerte no lo dejaba en paz, ni tampoco observar en los ojos de su amigo el sufrimiento causado por tanta masacre y desesperanza. Junto a un grupo, conformado por caballeros tanto de su bando como del contrario, que estaban a favor de encontrar otra solución a los problemas, emprendieron un viaje, en búsqueda de un famoso "cadáver"; este, se decía, era capaz de conceder un deseo al reunir sus piezas, pero ese poder se había desvanecido hace millones de años, desde el origen mismo, quizás, dejando de él únicamente una leyenda, de que era capaz de fusionar a dos individuos a través de un ritual.

Luego de una exhaustiva campaña contra reloj, el conjunto reunió todas las partes y las llevó ante los emperadores. Sin embargo, durante su búsqueda se habían jactado de algo: sería este ritual el comienzo de su verdadero final, pero así debían ser las cosas, así había sido predicho desde siempre, y para ellos, que se aferraban tan fielmente a sus tradiciones, era su deber llevarlo a cabo, y nadie más podía enterarse, o su única oportunidad de salvación sería deshecha. El consejero entendía esto, y aunque no le complacía ocultarle la verdad a su gobernante, más aún estando él tan implicado, logró convencer a Rediktum de que era el camino más seguro para retornar el equilibrio, crear un nuevo camino hacia él, que perdure hasta el final de sus tiempos, palabras que, no eran en realidad falsas.

Con esto en mente, los reyes aceptaron el sacrificio y dejaron que el rito se encargase de tomar sus almas y fusionarlas para siempre. Al encontrarse nuevamente frente a frente, los ojos del heterocromático distinguieron algo que no había notado antes en su némesis; parado justo delante de él, irradiaba el temor en sus ojos, pero también otra sensación más, la del deber, al igual que él, estaba aterrado, pero hacían todo esto por el bien de sus comunidades, y aún si no entendía sus razones, ya no era capaz de observarlo con la misma repulsión.

Era un proceso difícil, una de las almas podía desgarrarse o perecer en el proceso, pero lograron unificarse lo suficientemente bien para considerarlo un éxito, algo que dejaba reflejar la gran voluntad y consideración de ambos hacia sus pueblos, a pesar de cualquier otra diferencia. En el momento exacto en el que se selló el pacto, pudo verlo, a través de sus ojos, mientras su esencia se fundía por completo, apreció por unos instantes muy breves la vida de su enemigo pasar, como si fuera la propia, y lo parecía, en realidad, eran muy similares, más de lo que hubiera imaginado: las dudas, la presión, el anhelo por encontrar una salida de aquel laberinto, todo. Y ahora era capaz de entenderlo, el porqué de la traición, la alianza había sido la única forma de acabar con todo, de liberarlos, porque mientras siguiesen así, solo les aguardaba una eternidad de absoluto vacío, al menos de este modo, podrían encontrar una salida. Se formaría un equilibrio, al fin, con el nacimiento de esta nueva alma. El equilibrio, al surgir, liberaría todas las almas que habitaban ese universo, y también las que se encontraban encerradas en el cadáver. Sin embargo, la salvación de todos no sería tan simple, había un precio para ello, además de fusionarse dos almas en enemistad, la mitad de las almas de las personas que habitaban dicho universo, serían encerradas en la próxima personificación del cadáver, del objeto sagrado, y solo serían liberadas cuando este llegase nuevamente a su fin. Por demás, todos estaban destinados a reencarnar en el próximo origen de vida, en el nuevo universo. Y entre todos los seres, no existía un alma con más anhelo de vida que este nuevo ser, que podía no ser las mismas personas que lo habían creado, pero sí guardaba su esencia, y había sentido la última voluntad de Rediktum al ver morir a todos, al ver como todo se desvanecía, pero no se sentía triste, sino aliviado, porque había muerto con la esperanza de seguir un nuevo objetivo, su última voluntad era el reencuentro, volver a encontrarse con todos a los que apreciaba, con su familia, su amigo, y tener la oportunidad de llevar una vida sin estar atado al destino.

Presente (Yudai)

En el planeta Vegeta, había nacido un saiyajin prodigio, más que un prodigio, un monstruo, que superaba en poder a muchos guerreros de élite, sin siquiera ser consciente aún de su existencia. Este grandioso poder era el equilibrio de dos fuerzas opuestas en su interior, el sacrificio de miles de personas habían dado origen a este fenómeno, cuya habilidad innata era literalmente de otro mundo. Por decreto del rey, ya sea por proteger a su pueblo o temor a ser derrocado, el niño fue enviado a un planeta desolado, donde se creía que moriría con facilidad. No obstante, su padre, Paragus, fue inmediatamente en su rescate, y ambos se las arreglaron para sobrevivir con los pocos recursos del planeta.

A pesar de todo, el pequeño Yudai parecía crecer sin dificultades, o al menos, superficialmente. Padecía problemas para hablar, y a menudo se ensimismaba por largos periodos. Tenía carencias para establecerse con su entorno, con su mundo y lo mundano, a menudo, rechazando conductas que eran típicas de su edad; simplemente, no parecía encajar en ningún contexto, y con frecuencia su actitud cambiaba a una de nostalgia y soledad, mirando perplejo a la nada, en señal de estar extrañando algo.

Sin tomarle mucha importancia, su padre había comenzado a entrenarlo desde pequeño; había visto en su hijo el gran potencial del Legendario Super Saiyajin, y no descansaría hasta ver cómo la raza entera se postraba a sus pies. Trató de inculcarle este odio a su primogénito, pero no parecía provocarle nada, más bien, el pequeño desde siempre había tenido rechazo innato hacia el sentimiento, por alguna razón. Por otro lado, el entrenamiento rápidamente rendía frutos; Yudai podía controlar su poder y energía como ningún otro guerrero de su edad lo habría hecho, y en muchos casos, sus respuestas en combate resultaban muy precisas, tanto que resultaba difícil creer que no tenía experiencia real. Sin embargo, había un límite para su poder, marcado por lo que su cuerpo era capaz de resistir; había intentado un par de veces ignorar ese límite, pero eso únicamente dejó secuelas permanentes, entre ellas, una cicatriz en el rostro y desgarro de la piel en la misma zona y otras de todo su cuerpo.

Los saiyajin llevaban una vida relativamente pacífica, mientras aguardaban alguna oportunidad para escapar del planeta, ya que la única nave que había en este estaba casi destruida debido al impacto que había tenido Paragus al llegar. En este lapso, el más joven había comenzado a tener pesadillas recurrentes, sueños extraños donde tomaba la piel de una persona desconocida, y posteriormente, alucinaciones, solía recrear escenas de cosas que no comprendía o nunca habían sucedido. Su padre se preocupó por esto, y creyó que su mismo poder lo estaba volviendo loco, por lo que intentó implantarle descargas eléctricas en el cerebro para mantenerlo bajo control, sin éxito alguno. Con el paso del tiempo, fu dándole más importancia a estas "visiones", al punto de comenzar a tomarlas en serio; sus sueños eran una mirada a sus vidas pasadas, aunque aún no era capaz de comprenderlo del todo, y en ocasiones dudaba de su cordura, todo aquello seguía sintiéndose como algo distante, y pese a ello, más distante le resultaba la realidad en la que ya vivía.

Uno de esos días, Yudai había caído en una parálisis del sueño, llevaba semanas sin despertar y Paragus comenzaba a temer lo peor. Pasó aproximadamente una semana, y luego meses, al final, se volvieron largos años; en este tiempo, su cuerpo no había sufrido ningún signo de envejecimiento, y si bien resultaba lógico al tratarse de un saiyajin, era como si hubiera entrado en un estado de petrificación absoluta. Cuando al fin despertó, su actitud había cambiado ligeramente, y con motivos; en ese periodo de sueño, había repasado sus antiguas vidas en primera persona, a través de sus ojos y el resto de sus sentidos, de forma tan realista que complejo le resultaba ahora adaptarse al ambiente presente.

Al despertar nuevamente, fue en busca de su padre; no sabía qué decirle o cómo decirlo exactamente, pero era consciente de que ahora se encontraba en una situación donde ya no sería capaz de cumplir con las expectativas de su padre, no lo habría hecho en un principio, pero ahora era simplemente imposible que accediese a participar de una masacre. Vislumbró a Paragus a la lejanía, y tras un breve reencuentro afectivo que logró extrañar al joven, pues la realidad en frente suyo parecía ahora una ilusión, le confesó a su padre por todo lo que había pasado, y su rotunda negación a los deseos de venganza de este.

Como era de esperarse, el anciano creyó que había enloquecido por completo, y trató de hacerlo entrar en razón a través de descargas eléctricas, mientras le repetía una y otra vez que no echaría a perder sus planes a causa de un delirio estúpido. Yudai objetó como pudo, pero llegó al hartazgo, y se resignó a atacar al otro saiyajin; lo había dejado inconsciente con facilidad. En su mente, se repetían un sinfín de frases para dedicarle a su padre en despedida, pero al final, solamente le dijo adiós.

Partió entonces, hacia terrenos más desconocidos del planeta; sabía que ya no podía quedarse allí, ya no le correspondía, necesitaba alejarse y aclarar sus pensamientos, decidir qué haría de ahora en adelante; quedándose no podría, debía huir para evitar aferrarse a ese mundo más simple y arriesgarse a creer que todo fue una pesadilla, alejarse de todo, y no volver.

Tras unas semanas, pudo toparse con una nave sobrevolando el planeta; en saiyajin podía distinguirla, sin embargo, esta se encontraba a una distancia considerable, lo suficiente para pasarlo de largo. Yudai precedió a lanzarle una onda de energía, logrando que el vehículo cayese no muy lejos de su ubicación. Se vio obligado a destruir la compuerta para dialogar con el piloto, que no parecía dispuesto a salir por las buenas. Le explicó su situación, y este pareció más calmado y dispuesto a colaborar. Tras reparar la nave con unos repuestos, emprendieron vuelo; durante el viaje, el hombre le explicó a Yudai un poco de su procedencia, pertenecía a una organización recientemente creada; su razón de ser llamó bastante la atención del Saiyajin, tenían el objetivo de establecer un reglamento de control para el universo, habían estado investigando desde hace mucho tiempo el ciclo natural que cumplía un universo, y desde los orígenes de este, existían rumores o leyendas de lo que sería su final, incluso pistas reales, pues habían encontrado las esferas del dragón, un objeto supuestamente destinado a acabar con su mundo, también se habían tomado la molestia de buscar testimonios, personas que por alguna razón eran capaces de recordar su vivencias en otra realidad pasada, o una parte de esta, aquellas personas eran denominadas como "almas viejas", y sus antiguos recuerdos como vidas pasadas. Este hecho asombró al joven, no había pensado en la posibilidad de que otras personas recordaran como él, y quizás, si le contaba la verdad podrían ayudarlo a encontrar a su familia.

Con eso en mente, llegaron al planeta donde yacía su base, era pequeño, y no parecían contar con muchos integrantes. Yudai le pidió al sujeto que le siga hablando del tema, y este prosiguió a decir que, resultaba difícil guiarse con los testimonios de la gente, pues era casi imposible conectar las historias, ya que todos contaban algo muy personal, pero cada tanto llegaba alguien que recordaba con lujo de detalles, quizás como una forma de advertencia. Estos individuos especiales nacían siempre en los principios del universo, aparentemente con el fin de propagar los mitos que hicieran falta para que los posteriores habitantes basen en él sus reglas de vivencia, y esto seguía por tanto tiempo que en un punto, nadie lo cuestionaba. Nuevamente, esto hizo a Yudai pensar en su anterior mundo, y le pareció estar escuchando una descripción del mismo. En ese momento, algo le cruzó por la cabeza, preguntó por el caso de este universo en particular, si habían contado con esos signos. Efectivamente, había pasado como era previsto, y sus antepasados ya rumoreaban al respecto, en realidad, había sido una pregunta estúpida, ya que de no saberlo, no podrían estar tan metidos en el tema. Pero ahora se le cruzó otra duda, el pensar si eso significaba que su presencia en ese mundo rompía de alguna forma los parámetros establecidos. Reformuló su duda en una pregunta hipotética, y en respuesta, obtuvo que "una situación así pondría en riesgo la estabilidad del universo."

Eso fue suficiente para destruir cualquier esperanza en el saiyajin de reencontrarse con sus antiguos amigos, el interactuar con alguno seguramente sería riesgoso, es más, estar allí mismo, involucrarse demasiado con las decisiones de este mundo ya era arriesgado. Se le propuso quedarse, ser parte de ellos, necesitaban guerreros fuertes y el pelinegro se veía sumamente imponente, pero este se negó rotundamente. Asustado, huyó nuevamente, pidió que lo dejasen en cualquier planeta cercano, donde comenzaría un viaje sin rumbo alguno.

Y así fue, necesitaba alejarse de todos sus pensamientos y lo que tuviera que ser con su pasado y presente, no era capaz de dividir su mente, así que decidió comenzar desde 0, como alguien nuevo, y olvidarse de sus antiguos objetivos, ahora se dedicaba únicamente a vagar por el mundo, conocer lugares y personas, quedarse allí un tiempo y partir cuando sentía que comenzaba a encariñarse; se había acostumbrado a no tener hogar ni propósito, dejando que el destino lo lleve a donde quisiera; el destino, pese a todo lo que había sufrido, seguía siendo cruel con él, lo metía en encrucijadas, a veces haciéndolo creer que al fin moriría y podría descansar, pero salvandolo a último momento, o poniendo a prueba su estabilidad mental, recordandole todo aquello de lo que estaba escapando y lo cobarde que era. Otras veces, era su amigo, le brindaba un refugio y momentos para recordar con gente nueva, aprendía cultura, cosas nuevas que le hacían olvidar su angustia, en esos momentos, todo lo demás parecía un mal sueño. Todo parecía ir relativamente bien en esos casos, pero la sensación de no pertenecer a ese lugar, de ser alguien que de descuidarse, podría causar un conflicto en ese mundo, le provocaba un vacío peor que el que había sentido en sus vidas pasadas. Desde su perspectiva, era nuevamente víctima de lo que llamaban destino, y esta vez ni siquiera tenía una razón para estar allí.

Así fue que la vida lo llevó nuevamente a toparse con alguien, sin embargo, esta vez lo conocía, o al menos, lo había visto con anterioridad. Se trataba de una de aquellas personas nombradas como "almas viejas", lo había visto cuando llegó a la base de ese planeta. Este también pareció reconocerlo, por lo que le permitió quedarse con él un tiempo. Le comentó un poco de su historia, la cuál estaba repleta de tragedia, y muerte de familiares cercanos; ver al hombre llevar una vida tan tranquila a pesar de recordar esa clase de cosas le hacía preguntarse cómo era capaz, cómo podía olvidarlo o restarle importancia; le hizo directamente la pregunta, y su anfitrión le reveló algo que lo dejó reflexionando. Él no buscaba olvidar nada, sus memorias lo ayudaban a no cometer los mismos errores, sin embargo, no podía encerrarse en una burbuja, así que trataba de llevar una vida pacífica. Eso le abrió los ojos a Yudai. Luego de un largo tiempo de reflexión, y haberse sincerado con aquel sujeto, contándole su propia historia hasta su presente, vió dónde estaba su error, se había equivocado desde el inicio, desde que dejó atrás a su padre por temor. Estaba arrepentido, y decidió volver, pidió prestada una cápsula y se dirigió a su hogar.

La nostalgia lo tomó desprevenido al reencontrarse con su hábitat; nunca pensó que había adquirido un cariño tan fuerte por ese suelo, no habiendo pasado mucho más tiempo viviendo en otro mundo, pero los pocos recuerdos que tenía allí lo desgarraban tanto como su antigua vida, no existía diferencia, se trataba del mismo dolor. Recorrió el lugar, aún recordaba el camino a casa, y sobrevoló hasta aterrizar en la cueva que solía usar de refugio junto a su padre. Su padre... Quería encontrarlo y pedirle disculpas por desaparecer de la nada, había sido un desagradecido con la única persona que se preocupaba por él, y ahora... Ahora estaba muerto; apenas entró, pudo ver el cuerpo que yacía en una hamaca, sin vida, con una expresión de profunda tristeza que hirió en lo más profundo de sus emociones. Sin su padre, no le quedaba nada, y había muerto sin poder despedirse. Sin embargo, en seguida trató de borrar esos pensamientos negativos; había pasado mucho tiempo tratando de olvidar, tanto que su propia personalidad se tornó fría y desinteresada, había olvidado lo que su propia vida representaba, un balance que había dejado atrás, y ahora debía encontrar una forma de enmendar sus errores, aplicando esos mismos valores a los que se apegaba.

Partió de nueva cuenta, esta vez, al planeta Vegeta, el lugar del que había sido desterrado y despreciado por su misma raza, pero era lo más cercano a un hogar que le quedaba, y lo debió haber sido, de hecho, de no ser por la ideología tan radical que compartían los saiyajin, incluyendo a su padre; dominadores, ególatras y vengativos, obsesionados con el poder. Sin embargo, era algo a lo que debía enfrentarse, Paragus lo había entrenado durante muchos años para ello, pero lo haría a su manera. En el fondo, sabía que en realidad no eran malvados, su padre no lo era, ni él tampoco, solo necesitaban un buen líder. Con eso en claro, su plan era enfrentarse al rey, puesto que actualmente ocupaba el hijo de del anterior Vegeta, llevando el mismo nombre. Este último era de los pocos que sabían quién era aquel saiyajin desconocido, por lo que su desesperación terminó haciendo más rápida su derrota; Yudai no solo era más fuerte, sino que hizo ante todos una demostración del SSJ, lo que hizo imposible no despertar admiración del público. Su rival no cedió, y se vió obligado a acabar con su vida lo más rápido posible, idea que no le complacía, pero sabía lo necesario que era. Reclamó entonces el trono, y con la seguridad recobrada, guío a su raza hacia una nueva hegemonía; ya no serían tiranos ni esclavizarían, seguirían conquistando planetas, pero para colonizarlos de forma más pacífica, gobernarlos y hacer que estos crezcan en cultura, economía y tecnología, a la vez que estos les brindaban otros recursos, ambos terminaban favorecidos, y ese era el equilibrio que había estado buscando.

El imperio creció más que nunca, los saiyajin se veían aún disgustados, pero poco a poco, fueron cediendo a esa ideología, y cambiando su forma de vida a una no tan enfocada en la violencia. Seguían siendo guerreros bárbaros, y disfrutaban los combates, pero dejaron de ser sádicos, y en su lugar, aprendieron a expresar mejor sus emociones y afecto, comprendiendo que aquello no los volvía menos poderosos. Por el contrario, su fuerza también aumentó, al dejarse enseñar por su nuevo gobernante y aprender de otras razas, llevaron sus habilidades a un nuevo nivel. Nadie tenía nada que replicarle a Yudai, y este tampoco se sentía inconforme con su mandado, siempre había sido considerado un buen líder, pero era la primera vez que se sentía como tal, y podía dirigir con libertad. Sin embargo, faltaba algo para que todo fuese como él quería, para que todo estuviera en orden.

Y así decretó una alianza entre su raza y aquella organización a la que nadie tomaba en serio; le parecía una buena idea tomar medidas de control para asegurarse de que el universo no colapse, ¿Y quién mejor que los saiyajin para hacer cumplir estas normas? Con todos los planetas bajo su custodia y poder relativamente alto, se hacían respetar. Y aunque sabía que quizás su intromisión pudiera afectar negativamente en el futuro, ya no se sentía abrumado por ello, ni dejaría que algo así controle el resto de su vida; había entendido que, aunque existiera lo que se llama destino, no era esto lo único que importaba, sino las decisiones personales, y eso también formaba un equilibrio, uno que permitía a los mortales progresar con cada nuevo universo.

Personalidad

Rediktum

Desde muy pequeño fue presionado para seguir los ideales de su pueblo y cumplir con las expectativas que se tenían de él, incluyendo su misma forma de pensar y personalidad, teniendo así una influencia muy fuerte en su ideología, y dejándole una gran carga sobre sus hombros al no darle lugar a dudas o para expresar sus pensamientos libremente. Esto se manifestó en un aislamiento y cohibición del niño, que perduró hasta crecer y transformarse en una depresión pura y problemas o temor para expresarse; estos traumas dificultaron su capacidad para relacionarse, demostrar y comprender sus propios sentimientos, podría decirse que llegó a desarrollar una alexitimia en menor grado.

Al crecer, se vió obligado a abandonar aquellos pensamientos que iban en contra de lo establecido en su comunidad, con tal de convertirse en un buen gobernante; esto parecía funcionar hasta cierto punto, y el príncipe era capaz de convencerse de que era lo mejor, pero en el fondo seguía sintiendo incomodidad y una sensación de ensimismamiento que se acrecentó notablemente cuando tomó el trono. Luego de eso, se volvió una persona aún más fría y reservada, se había resignado por completo a llevar una vida como se lo habían indicado, y eso le causaba un vacío emocional más profundo que la tristeza.

Relaciones cercanas

El rey no solía demostrar sus sentimientos ni siquiera a sus amigos más íntimos o familia, y no porque no tuviera confianza en ellos, sino que la gravedad de su trauma lo había llevado a prohibirse expresar libremente cualquier emoción. Pese a ello, quería y apreciaba mucho a su familia, y a su pueblo, obviamente, siempre estuvo agradecido por todo el apoyo que recibía y era capaz de anteponer a sus súbditos ante su propia vida.

Rivalidad

Al igual que con el resto de sus aspectos de vida, la interacción con su opuesto era algo en lo que le infligian mucha presión. Desde siempre le intentaron meter en la cabeza la idea del odio, el odio que debería sentir hacia este, al tratarse de alguien "malvado", pero esas razones nunca terminaron de convencer al príncipe.

No obstante, en un punto él mismo se vió obligado a creer esta idea, y hacerse una idealización o imagen de su oponente a través de las masacres que veía. Una carga muy fuerte, pues se trataba de convencerse a sí mismo de algo en lo que se encontraba en desacuerdo, pero por un tiempo, logró cegarse. Al final, pudo darse cuenta que su supuesto rival no era muy distinto de él, a pesar de que sus ideologías sí lo eran, ambos estaban obligados a seguir de forma radical algo en lo que no concordaban del todo. Rediktum pudo sentir empatía por él, como no le había pasado antes con otra persona, y comprendió la decisión que había tomado al querer acabar con todo.

Yudai

La actitud del saiyajin pertenece a la de un desadaptado, que demuestra problemas de comunicación con su entorno, así como dificultades para mantenerse concentrado en el presente. Posiblemente estos conflictos y brecha para acentuarse con su mundo se deban a que lleva en su alma la experiencia de otras dos personas, para remate, opuestas en personalidad, lo que significaría a veces una conducta tétrica e hilarante en Yudai, aunque usualmente mantendría equilibrados los rasgos de ambos antepasados. No todo sería completamente controlado por las experiencias de sus vidas pasadas, pues logra adquirir un gran cariño por su padre, pese a lo severo que este era con él algunas veces, era el único que le había demostrado genuina preocupación. Respecto al resto de su raza, le eran indiferentes, no sentía nada hacia ellos ni que perteneciera a dicho grupo, pero tampoco podía sentir el odio que Paragus tanto le insistía, simplemente, no veía el odio como algo que le ayudara de alguna forma; tampoco le resultan del todo atractivas las peleas, ni ningún tipo de pleito, al menos, no en todas las circunstancias, por lo que la exigencia de su padre para entrenar le había resultado siempre algo agobiante.

Tras haber sufrido de parálisis y recordar todos los sucesos pasados, se vuelve alguien mucho más ensimismado, ahora costandole todavía más acostumbrarse a la realidad que lo rodea. Suele pasar mucho más tiempo atrapado en sus pensamientos y recuerdos que viviendo en el presente, llegándose a olvidar de sus responsabilidades. Su consciencia con frecuencia se debate entre los antiguos gobernantes, pero al final, logra llegar a un punto en el que su yo actual toma el control de sus pensamientos nuevamente, sin entrar a colación la postura de los anteriores; sin embargo, su empatía siempre se refleja más hacia Rediktum, con quién logró identificarse un poco más, y hasta tomar la voluntad de buscar a su mejor amigo.

Etimología

El nombre Rediktum proviene de la combinación de palabras entre Regulus y Edictum (el cual en éste se extrae su pronunciación, "e:'dik.tum") que en latín poseen como significado "Príncipe" y "Orden", haciendo alusión a un cargo de gran renombre y que tenía como objetivo llevar calma y orden a su reino.

Apariencia

Rediktum

Rediktum posee una tez clara junto a unos particulares ojos heterocromaticos; su ojo derecho es verde y el izquierdo (el cual es rodeado por una cicatriz) es anaranjado producto de su historial de batallas; sus ojos bicolor son causados, a su vez, por uno de sus Sellos más poderosos, el Dragón Heterocromático.

Él es poseyente de un cabello dorado con "picos" sobresaliendo tanto por la espalda, cómo también por los costados, siendo que por el lado izquierdo culmina en un largo mechón a la altura de su barbilla, mientras que a su diestra, tiene una especie de coleta atada en un cinto blanco. Su indumentaria típica podría resumirse en un "chaleco" de telajes resistentes a color azulado en la parte superior, mientras que debajo viste una camisa negruzca de material fino y el cual permite una mejor movilidad en los combates cuerpo a cuerpo. También hace uso de un par de muñequeras azules delineadas en dorado.

En su cintura cuelga un cinturón café oscuro con un cuadro plateado en el centro y debajo unos pantalones de tela suelta coloreadas en negro. Para finalizar, el joven calza un par de botas blanquecinas.

Yudai

El saiyajin, pese a tener la misma edad que Goku, se ve relativamente más joven, esto debido a un largo periodo del "no pasar" del tiempo, por lo que sus rasgos corresponden a una persona entre los 20-30 años; aún así, los años que pasó dentro de la organización, le brindaron un aspecto más duro, con heridas de batalla en el cuerpo, y musculatura más pronunciada.

Sus características básicas corresponden a lo típico de la raza, piel morena, cabello y ojos azabache, etc. Su diseño es, en parte, una alteración del nuevo Broly, por lo que replica el cabello considerablente largo y enmarañado (el mismo posee mechones únicamente del lado derecho, siendo una referencia al diseño original), físico más imponente que el promedio, y un vestuario con armadura y una tela, que, en este caso, corresponde al fallecido Paragus.

En una descripción más a fondo de la ropa, este se trata de un conjunto conformado por una tela rojiza oscura, y una armadura azul con detalles dorado opaco en vez de blanco, combinándose con partes negras; los guantes sin dedos y botas, igualmente negros, con detalles del mismo amarillo opaco que la armadura.

Un detalle, es la marca que lleva en el pectoral, que corresponde a un Sello Mágico, la misma, posee la forma de un uróboros; también lleva una cicatriz permanente en el rostro, que se asemeja a la del antiguo gobernante.

Poder/Habilidades

Rediktum

Rediktum y su némesis provenían de un universo en el que el ki y la magia eran entendidos como la misma clase de energía, en esencia, una clase de manifestación del poder del alma, algo curioso, tomando en cuenta que en el universo que conocemos, algo como la magia es pocas veces explorado; en este caso, se trataba de un eje predominante, por lo que se encontraba unos escalones más avanzado que el uso del ki, hasta básico, en algunos casos, como serían la capacidad de ocultar la presencia de los individuos o aprender a medir el poder sin uso de rastreadores. En vez de eso, se enfocaban en un manejo más sensacionalista de aquel poder, sabiendo deformar y moldear la energía a su antojo, además de utilizar hechizos avanzados con normalidad.

Magia

La magia, tal y como se ve generalmente, parece ser una especie de habilidad que sobrepasa cualquier lógica, y en muchos casos, llega a niveles absurdos con tal de vencer. Sin embargo, la capacidad de manifestar la magia proviene directamente del inconsciente, un lugar donde se pensaba coexistían todos los fenómenos y el verdadero potencial de los individuos, a una escala que era imposible manifestar en su estado actual, ya que sería mortífero. A través de la magia, se logra manifestar una pequeña parte de estas capacidades dormidas, sin que sea tan arriesgado para el cuerpo ni la mente, y aún así, sigue teniendo un riesgo de muerte a largo plazo.

Sellos

Como se dijo antes, los individuos no tenían conocimiento de cómo ocultar o sentir el ki, ni tampoco controlarlo del todo, por lo que utilizaban un hechizo especial, conocido como sello. Estos eran una especie de "acuerdo" entre el usuario y su poder, por decirlo de algún modo, existía una condición que debía cumplirse para desatar una capacidad o poder en el individuo que, de no ser así, se vería bloqueado hasta entonces. Estos sellos eran implantados de forma física en el cuerpo, manifestándose como un tatuaje.

En el caso de Rediktum, la condición de su sello era que "al ser derramada su sangre, podría utilizar más del 50% de su poder". El fin de este se debía a la ética del gobernante y su ideología pacifista, que se negaba a utilizar su poder a menos que fuera totalmente necesario, algo que la condición de este hechizo hacía cumplir perfectamente.

Una vez utilizado, el sello debería ser renovado para volver a hacerlo funcionar, algo que se lograba con magia, y cada vez que se aplicaba magia sobre el sello, resultaba en un desgaste permanente en la vida del usuario, que a la larga, podría quitarle varios años, y posteriormente, llevarlo a la muerte.

Yudai

Como ya se sabe, el ki es una manifestación del espíritu de un individuo, en otras palabras, una energía que proviene directamente desde el alma, o que al menos, esta influye considerablemente en la meterialización del mismo. En este caso, se trata de una fusión entre almas perfectamente unificadas, algo distinto de la fusión vista en la serie, siendo más estable, y por consecuencia, teniendo la ventaja completa de poseer un alma más "basta" o compleja, por decirlo de algún modo. Esto también afectaría en la condición respecto al ki de Yudai, pudiendo amplificar el poder que pueda poseer considerablemente, sin embargo, esto correspondería únicamente al aspecto espiritual, es decir, el nivel de ki que podría llegar a manifestar el individuo, pero siendo esto independiente de la capacidad física del usuario, que podría ser inferior a este nivel, lo cual es el caso, por lo que, aún con todo este potencial, sería imposible demostrarlo por completo.

Otro beneficio sería el "control", la calma o manejo de este poder. En múltiples ocasiones se muestra que, ante un poder elevado, es sumamente fácil para algunos individuos perder el juicio o dejar que este los someta; en cambio, el saiyajin cuenta con una estabilidad mental y espiritual lo suficientemente alta como para prevenir este tipo de situaciones, y seguir actuando de forma prudente en la mayoría de casos.

Gracias a esto, Yudai es capaz de mantenerse totalmente estable en cualquiera de sus formas de SSJ, aún en la primera vez transformado, no requiere un catalizador de ira, sino que basta con cualquier emoción fuerte para incrementar su poder.

Estado definitivo: "Sello activo"

En el caso de Yudai, este nació con un sello permanente en el cuerpo, un signo que precisamente simboliza un ciclo sin final, renovándose de forma automática a través del abastecimiento de vida del saiyajin. La condición de este sello es que "Al desatarse su furia, se liberará su poder por encima del 100%, es decir, sobrepasará el límite que le permite su cuerpo, y dejará explotar todo su potencial".

Esto nos lleva al "estado" definitivo de Yudai, fuera de los límites de los SSJ ordinarios. Se trata de una fase que, sin importa la escala de SSJ que haya alcanzado el usuario, se posicionará por encima de su máximo poder. Se le llama estado, porque toma la forma de su última transformación alcanzada, sin importar si se trata de un SSJ o SSJ4, y el único cambio visible será un tono más rojizo de piel y mayor exposición de las venas, debido al gran sobre esfuerzo del cuerpo.

Hay que tomar en cuenta que, no solo es riesgoso que se excedan los límites el usuario, sino que, una vez vuelto a la normalidad, el sello en su cuerpo de renovará automáticamente, tomando para esto una parte mínima de su poder vital.

Se desconoce en profundidad la razón por la cual le fue heredado este hechizo de forma directa, posiblemente se trate de una medida de precaución natural para mantener lo más controlado posible el poder del saiyajin y que el mismo le afecte de forma rotunda.

Técnicas

Rediktum

Nombre: Descripción: Imágen:
Sello: Dragón Heterocrómico El ataque "definitivo" del Lord. Utilizando a una de las bestias, y teniendo ya liberado el 100% de su poder, se requiere del sacrificio de al menos un alma rival para este encantamiento; el sacrificio se fusiona con el monstruo, y a través de su magia, Rediktum crea un dragón enorme, de apariencia semi-transparente y bordes difuminados, como energía dorada, y un detalle en los ojos, pues tomaría los mismos colores que el gobernante. Dicha criatura tendría sobre él todo el poder de su usuario, dejando a este del todo debilitado mientras se encuentre activo, y, al igual que como ocurre con el monstruo, poseen una conexión psíquica perfecta. La única forma de acabarlo es matar al usuario.


  • Robo: Una de las capacidades del dragón, es ser capaz de robar el poder restante de los enemigos que se encuentren débiles, al menos, sin fuerza para usar el 50% de su poder.
  • Tercer Ojo: Rediktum, además de controlarlo a través de pensamientos, es capaz de "meterse" en su visión subjetiva, y mirar el mundo a través de sus ojos.
  • Ventisca: Alzando las alas, el dragón evoca una ola cortante de viento, cuyo efecto es tan fuerte como el de una onda expansiva.
  • Ráfaga de fuego: Con toda la energía robada acumulada, crea en su boca una esfera de energía, que posteriormente pasa a convertirse en una masa de ki que es expulsada de forma letal, con una consistencia similar al fuego, y el mismo efecto ardiente.
  • Golpe simple: Utiliza su cola para aplastar o derribar a sus enemigos, también tomarlos con la misma y presionarlos hasta la muerte.
Rediktum-Sello Dragón
Sello: Bestia de Cristal Consiste en utilizar un sello en conjunto con un monstruo antes domesticado en su planeta; utilizando una parte de vida de ambos para sellar el pacto, esta habilidad es capaz de actuar por ambos, siempre y cuando alguien lleve la mayor parte del control, en este caso, Rediktum.

Esta técnica cuenta con múltiples beneficios numerados a continuación:

Ventajas:












  • Estos monstruos se tratan de una raza especialmente cuidada para ser capaz de ser compatibles a la perfección con los sellos y la magia en general, y pese a que sus capacidades y poder no son demasiado altas, se multiplican si el nivel de su acompañante es superior al suyo por sobre el 30%, lo que sucede en este caso.
  • La consciencia del monstruo y Rediktum pasa a ver conjunta, eso quiere decir que este puede recibir órdenes psíquicas del primero y saber lo que está pensando y sintiendo en ese instante, y atacando inmediatamente.
  • De encontrarse herido algún aliado o el mismo Rediktum, la bestia pasa a ceder una parte de su poder a estos, y dependiendo de qué tan fuerte sea, serán capaz de recuperarse.
  • De decidir sacrificarse a esta bestia mientras el sello sigue activo, este se transforma en un "escudo" invisible para el noble, de consistencia parecida al cristal terrícola, que es capaz de resistir cierta cantidad de ataques dependiendo, nuevamente, del poder de la bestia, y una vez desgastado, explota, ocasionando un leve daño a los oponentes alrededor; no hay otra forma de destruirlo.
Desventajas:












  • De morir el monstruo sin ser sacrificado, la mitad del daño que este haya recibido vuelve a recaer en Rediktum.
  • El coste de recargar el sello es mucho mayor.
Sello: Máscara de Héroe. Requiere del sacrificio de un aliado, tras eso, todo su poder le es legado a Rediktum, y este es capaz de utilizar una técnica de ki especial, una bola de energía que se dispara de forma parecida al Bing Bang Attack. Además de dañar, ocasiona una explosión en todo el campo enemigo y sordera temporal a aquellos que estuviesen lo suficientemente cerca.

Referencias

  1. Segundo lugar en 1° Teamkaichi Budokai.
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