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No hay Marcha Atrás I es el vigésimo segundo capítulo del remake de Dragon Ball: Shouganai, publicado el 29/03/21. Pertenece a la Temporada 1.

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DB-ST1Portada

Capítulo

Los pies de tres dedos se movían nerviosamente de un lado para otro, dando vueltas en un pequeño círculo que muy pronto comenzó a marcarse sobre el césped.

—Eh... Señor Sariel, ¿Qué está haciendo?— Preguntó Grigori.

—Pensar—. Respondió, completamente perdido en las nubes.

El par de demonios se lanzó una mirada cómplice.

—¿Le causamos problemas?— Preguntó de nuevo, recordando la reciente disputa.

—No, no, para nada. Sólo... Tenemos que averiguar cuáles son sus puntos fuertes—. Hizo un ademán con el puño, alzándolo y bajándolo hacia un costado—. Entonces... ¿Qué hacían cuando estaban en el Makai?

—Usualmente nos ponían en penitencia por no hacer bien nuestro trabajo. Entonces Amón nos utilizó para probar sus poderes—. Dijo Jeramel, con algo de pesar.

—Amón... Él realmente hizo algo malo con ustedes. Un poco más, y quizás no hubieran podido volver a la normalidad.

—En ese momento, sólo podíamos pensar en el poder. Por primera vez, teníamos una oportunidad de demostrar de lo que éramos capaces—. El demonio grisáceo apretó su puño—. Pero al final, sólo fuimos sus títeres.

Sariel lo miró compasivo; se arrodilló para quedar a su altura, y le puso una mano en el hombro—. Les encontraré un lugar donde se sientan cómodos, lo prometo—. Se levantó, mostrándose más entusiasta—. Muy bien, ¿Quién quiere probar actividades?


Una de las cápsulas de entrenamiento habían sido instaladas dentro de los páramos de la burbuja invisible. Dentro de esta, se encontraban los compañeros del Shinjin. El sonido de una espada blandiéndose y cortando el aire hacía eco por los techos; Ánima observaba desde una esquina.

—Parece que has mejorado bastante—. Comentó, fingiendo interés.

—Algo. La gravedad ayuda bastante a acostumbrarse al peso—. Respondió, deteniéndose para calentar brazos y hombros. Luego de un momento, retornó a una pose de combate, apuntando a la demoniza—. ¿Estás segura de esto?

—Lo suficiente—. Se encogió de hombros—. Si no lo intento, no sabré cuál es el límite de mí habilidad.

—Entonces... ¡Prepárate!— Gritó, lanzando un tajo directo a su rival.

Ánima tuvo que mentalizarse mucho en las razones para activar su sexto sentido. Imaginó una situación del peligro para su protegido Makaioshin, y creyó lograrlo por un segundo.

—¡Maldición!— Soltó, cuando el filo se clavó superficialmente en su hombro. El saiyajin se apartó rápido, pero una pequeña herida había comenzado a enrojecer—. Y yo que acaba de curarme por completo...

—¿Te encuentras bien?

—Estoy bien. Esto me pasa hacer experimentos raros—. Se dijo, agarrando la herida con la mano—. Pero ahora sé que realmente necesito a Sariel en medio de la ecuación, no puedo simplemente engañar a mí cerebro.

—Tendrás que llamarlo para entrenar, entonces. ¿Dónde está él?

—Eso será imposible. Está encargándose de algo ahora—. Se apoyó contra la pared, cruzándose de brazos.

—¿Asunto?— Confuso, clavó la espada en el suelo y apoyó las manos.

—Tuvimos una pequeña riña, y ahora debe encargarse de cuidar a esos dos demonios que ustedes dejaron con el namekiano.

—Así que es eso... ¿Crees que sea buena idea?

—Claro. El chico debe aprender a resolver esta clase de problemas por su cuenta.

—Entiendo... Supongo—. Se resignó, era muy difícil para él en ocasiones saber lo que pensaba la mujer, o casi siempre, mejor dicho—. ¿Aún así seguirás entrenando?

—Claro, tengo un par de trucos que debo practicar, y...— Tomó sus cuchillas—. Aprender a manejar estas.


—Bueno... Parece que las tareas del hogar tampoco son lo suyo—. Sariel tachó una opción más de una larga lista. Entre las opciones se encontraban "Combate", "Vigilia", "Regar las plantas". "Manualidades" y "Manejo de armas". Todas tachadas—. ¿Qué más debería probar?

—¿Podemos descansar un poco?— Preguntó Jeramel, agotado.

—Está bien...— Medio frustrado, Sariel pensó que un descanso le vendría bien para aclarar su mente—. ¿Qué tal si vamos a la ciudad? Pero... Esta vez deben controlarse—. Les dió a cada uno una barra masticable que Izack le consiguió—. Tomen, este es un sustituto de sangre, úsenlo si les da ansiedad. Podemos ir a puesto de comida si quieren, la de la Tierra es muy buena.

—Oh, había un puesto en la ciudad. No sabemos de qué es, pero olía bien.

—Eso es genial, ¿Recuerdan dónde queda?

—Aguarda un momento...— Jeramel se acercó a su autoproclamado hermano, dictándole algo en voz baja mientras este pasaba sus garras sobre la corteza de un árbol—. Aquí es—. Señaló.

Sariel quedó boquiabierto al acercarse y encontrarse con una réplica exacta de uno de los caminos del pueblo, ilustrado con lujo de detalle.

—Esto, esto es...— Balbuceó—. Esto es impresionante. Ustedes realmente tienen una memoria prodigiosa—. Hizo movimientos torpes con las manos, para remarcar su asombro.

—¿Eso significa que podemos ayudar?

—Sí, de hecho... Creo que aquí hay un trabajo perfecto para ustedes.

Sariel y el dúo akumajin fueron en busca del maestro de este, encontrándose con él en el lugar más oportuno, la biblioteca del castillo.

—¿Qué se les ofrece, caballeros?— Dijo, acomodando unos textos en los estantes.

—Señor, creo que estos dos pueden serle de gran ayuda para ilustrar los libros que escriben—. Dijo Sariel, sin rodeos, mostrándole el trozo arrancado de corteza donde estaba el dibujo.

Izack se quedó callado unos segundos, mientras parecía reflexionar la oferta—. Muy bien, si pueden hacer dibujos para esto—. Le entregó un manuscrito—. Entonces estarán dentro.

Sin tiempo que perder, Grigori y Jeramel se pusieron manos a la obra, uno describiendo y el otro ilustrando cada palabra. Hasta que lograron completar el trabajo, cerrándolo con una vistosa portada bajo el título de "Mundus Energia I".

—Esto es impresionante—. Dijo Izack, revisando el resultado final—. Pero hay algo aún más impresionante en todo esto—. Comentó.

—¿El qué?— Sariel movió las orejas, curioso.

—Estos dos parecen tener una habilidad conectada—. Indicó, y ninguno parecía saber a qué se refería—. Fíjate bien, que la capacidad de uno se complementa con la del otro casi inconscientemente. Quizás debería estudiarlo más a fondo, es la primera vez que veo algo así.

—Si es la primera vez, ¿Está seguro de que no es solo coincidencia?

—Quizás, pero la energía tiene la capacidad de crear conexiones así de fuertes, no lo dudes.


Unos pocos días pasaron; los diablitos habían podido acostumbrarse a una rutina de trabajo, y ya formaban oficialmente parte del Clan Demonio.

Esa misma mañana, Sariel llevó a su acompañante femenina para que viese el resultado de su esfuerzo y el de los akumajin. Esta quedó anonadada, aunque trató de disimularlo.

—Así que... Yo tenía razón—. Reprochó de forma burlesca el impuro, llevando las manos tras la espalda.

Ánima resopló, aceptando su derrota—. De acuerdo, esta vez estabas en lo correcto—. Dijo, al fin—. Y eso me deja tranquila—. Añadió, saliendo por los pasillos. Sariel la siguió, algo expectante—. Entonces... ¿Cuando seguiremos con la sesión de estudio?— Preguntó. Ya era media mañana, y no habían iniciado. Sariel se sentía extrañamente incómodo por eso.

—Está bien, chico. Descansa hoy; si te sobreesfuerzas, te vas a volver adicto al trabajo.

—El señor Izack dijo que hoy tampoco debo entrenar...— Frunció el ceño. La idea de tener tanto tiempo libre era abrumadora, ya se había acostumbrado a su rutina.

—¿Qué te parece si recorremos un poco este lugar—. Ofreció, demostrando tranquilidad—. Hay... Algunas cosas que quisiera hablar contigo.

Sariel aceptó en silencio; la intriga le podía, pero esa sensación se cruzó con un poco de temor hacia lo que podría llegar a enterarse.

Se adentraron en una arboleda; era difícil creer que dentro de lo que parecía solo un pequeño pastizal, se hallaba todo un bosque.

—No he sido del todo sincera contigo—. Dijo, luego de un silencio considerablemente largo—. Ya sabes, sobre esto—. Pasó la mano alrededor de su cuello, los finos dedos trazando la marca cuyo origen parecía un completo misterio. Ahora que portaba la vestimenta de la tribu, era más que visible.

El joven híbrido tan sólo escuchó callado el relato; no comentó ni preguntó nada, sólo esperó a que su mentora aclarase ella misma los detalles que quisiera. Se notaba a leguas lo mucho que le estaba costando sincerarse, y no quería dificiltarle más las cosas.

—Sariel... Debes saber que no me arrepiento de nada, tuve mis razones en su momento y sería estúpido lamentarme o creer que puedo librarme de esa carga de algún modo—. Confesó, al terminar la narración. No se había ahorrado nada—. ¿Siento vergüenza? Sí. Actúe de forma impulsiva, pensando que podría llevarme el mundo por delante, que las cosas saldrían exactamente como lo quería—. Dejó de andar, dirigiéndole al menor una mirada llena de nostalgia—. Pero, ¿Sabes, muchacho? Las cosas a veces salen al revés, y eso puede no ser tan malo.

—Agradezco que seas sincera conmigo—. Dijo el muchacho, con los ojos ligeramente cristalizados.

—Dime, chico, ¿Aún me sigues considerando una buena persona?— Indagó, buscando una respuesta igual de sincera de su parte.

Este se tardó unos minutos en dar respuesta—. Sí. De una forma muy poco convencional, pero está bien. He comprobado muchas veces que no eres un ser sin alma, Ánima—. Concluyó.

—¿Alma? ¿Es eso algo que los demonios tenemos realmente?— Dijo, sin tomárselo muy en serio.

—Así es. Todos los seres que pueden sentir emociones tienen un alma—. Dijo, cortando una hebra de pasto y convirtiéndola en una flor, para entregándosela a su mentora—. Eso es algo que tú y Abrak me hicieron ver.

—Chico, ¿Llegaste tú solo a esa conclusión?— Tomó el objeto.

—Eh, sí—. Se rascó la cabeza, levemente sonrojado—. Suena algo cursi, creo.

—Suena a algo que tú dirías—. Sonrió.

Aquel momento tan agradable fue abruptamente interrumpido por una migraña en la cabeza de la demoniza. No había olvidado esa sensación, pero no podía ser verdad. Nadie podía traspasar la barrera.

Eso pensó, pero la expresión en el rostro del joven Makaioshin indicaba todo lo contrario. Un corte de garra en su mejilla había comenzado a brotar sangre. Él mismo no lo creyó hasta tocarlo.

—No, imposible—. Murmuró.

Eso fue todo, lo demás ocurrió tan aceleradamente que habrán pasado tan solo unos segundos. De la nada, tres demonios azotaron contra los aliados de los Guerreros Z. Sólo al esquivarlos se dieron cuenta que no eran akumajin normales, no, ni siquiera Grigori y Jeramel corrompidos habían alcanzado esa rapidez y ferocidad en su ataques. Esto era diferente.

Sariel bloqueó uno de los ataques físicos, respondiendo con un golpe. Creyó que había logrado algo, pero el demonio le sonrió. Supo por su rostro que estaba sucumbido en la locura. Le plantó una patada, y esta quedó atorada en el tronco de un árbol; Sariel aprovechó para intentar absorber su poder, limpiarlo, pero apenas puso en práctica su técnica especial, las venas de sus manos se hincharon de energía oscura.

Sariel soltó un grito hondo, el dolor causado por una sensación de calor y frío extremos, uno seguido del otro sin descanso.

—¡Sariel, aléjate de él!— Ánima tomó sus cuchillos, y clavó uno en el cráneo del akumajin, lo más profundo que pudo. Con el otro, le traspasó el cuello. Fue más rápida que él, y logró acabarlo.

Sariel se liberó, de sus manos salía un humo negro. No podía moverlas, estaban entumecidas.

Y el problema no había acabado. Los otros dos demonios se habían abalanzado sobre ellos; Ánima les respondió como pudo, con su habilidad en función y el poderoso filo de los Kerambit, no fue tan difícil contrarrestar los ataques, pero su velocidad comenzaba a decrecer, y fue cuestión de tiempo hasta que perdió toda ventaja.

En un descuido, le quitaron sus armas de la mano. Volteó ligeramente para ver dónde habían caído, y ese fue su mayor error. Unas garras se insertaron en su rostro, y como si no fuera ya suficiente, la mano ardió. Ánima se tiró al suelo en un intento por apagar el fuego, y lo logró, pero se había convertido en un blanco fácil.

Sariel se había quedado petrificado apenas logró reconocer los rostros de los demonios. Quizás Ánima no los había distinguido por la capa de tatuajes que los cubría, o solo no los recordaba, pero el impuro sólo pudo retroceder ante la visión de Raguel y el veterano de la rebelión.

Debía actuar, lo sabía, su protectora estaba en peligro. Pero las dudas azotaron su cabeza; ¿Qué tal si sus viejos amigos aún estaban a tiempo? Quizás podía salvarlos antes de que fuera demasiado tarde y la energía híbrida los arrebatara la cordura.

El terror lo había invadido, pero cuando vió las manos de Ánima dejar de forcejear por levantarse y desplomarse, supo que solo había una salida.

—¡Tomen esto!— Gritó, poniéndose frente al cuerpo inconsciente y forzando sus manos para lanzarles una onda de ki resplandeciente.

El efecto funcionó, pero solo duraría unos segundos. Sin pensarlo, Sariel hizo algo que ni en sus pesadillas hubiera esperado. Alargó sus garras recubiertas de ki, lo suficiente para traspasar el cuerpo de ambos individuos. Estos cayeron al suelo, sin vida.

Sariel ahora estaba tentado a caer en la desesperación. Los cuerpos y las pequeñas manchas de sangre en su cuerpo habrían sido suficiente para dejarlo fuera de juego en otra ocasión, pero había algo más importante ahora.

—¡Ánima!— Gritó, apresurándose en confirmar los latidos de la susodicha y calmándose un poco con eso. Pero no demasiado, estaba perdiendo sangre, bastante. Con cuidado, la tomó entre brazos, maldijo sus desplumadas alas por no terminar de renovarse, y corrió lo más rápido que pudo hacia el castillo.

Curiosidades

  • Recordatorio: Durante TWS, Sariel se une a los rebeldes, y entre ellos hay especialmente dos que le dirigen la palabra y con quienes forma amistad, Raguel y otro akumajin veterano sin nombre.
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