Caliburn/XCaliburn, una espada legendaria de la mitología británica, es un objeto actualmente perteneciente a Ezekiel.
Etimología
En algunos escritos antiguos, proviene del latín "Ex Calce Liberatus", que podría traducirse como "Liberada de la piedra". Mientras que también podría venir de la palabra "Caledfwlch", que deriva del gaélico antiguo Caladbolg, traducido como "Espada centelleante".
Historia
Creación
Existen muchas leyendas sobre espadas que dejan huellas a través de la historia humana.
Así fue como el gran Julio César, señor de Roma y conquistador de tierras lejanas, concibió el deseo de poseer una espada digna de su gloria y poder, pues había oído hablar de las maravillas que se contaban sobre espadas forjadas en el oriente, donde sabios y eruditos conocían los secretos del metal y el fuego, y había visto con sus propios ojos algunas de esas espadas, que habían caído en sus manos tras sus victorias sobre los reyes y los pueblos de Asia, y había admirado su belleza y su filo, y había sentido en ellas una fuerza y una voluntad propias, como sí tuviesen vida.
Y entre todas las espadas que había visto, había una que le llamaba especialmente la atención. Se trataba de la espada del rey Mitrídates de Pont, que se decía había sido forjada por el dios Hefesto en su fragua del monte Etna, y que tenía grabado en la hoja el nombre de Chi Xiao, que significa "La que hiende el cielo". Y se contaba que ese espada tenía el poder de cortar cualquier cosa, incluso el aire y el agua, y que podía hacer temblar a los dioses y a los hombres.
Y César pensó que si él tuviese una espada así, podría conquistar el mundo entero y hacerse dueño de su destino. Y decidió que haría forjar una espada a imagen y semejanza de su magnificencia, que fuera única e incomparable, y que portara su nombre y su espíritu.
Para ello, buscó al mejor herrero de todo Roma, un hombre llamado Publio, quien era famoso por su habilidad y su arte, y le encargó que obrase una espada con el mejor hierro que pudiera encontrar, y que la templara con el agua del río Tíber, y que la afilara con las piedras del monte Palatino, y le exigió que tuviese empuñadura de oro y marfil, y una vaina de cuero y de plata, y que en su hoja estuviera grabado el nombre de Caliburnus, cuyo significado es "hoja de fuego".
Y Publio se puso manos a la obra. Trabajó durante dos años sin descanso, hasta que terminó la espada. La hizo de acero templado con oro y plata, y el pomo estaba adornado con una gema roja que brillaba como el fuego, y luego templado en la sangre de un león.
Pero cuando César empuñó la espada por primera vez, sintió que le faltaba algo.
No era suficiente para él.
Quería que la espada tuviera un poder sobrenatural. Un poder que le permitiera dominar el mundo.
Así que envió mensajeros por todo el imperio, buscando a alguien que pudiera aumentar el poder de la espada. Prometió una gran recompensa al que lo lograra, más también amenazando con eliminar a cada hombre poderoso existente si ninguno cumplía con su cometido.
Muchos se presentaron ante él, ofreciendo sus servicios. Había alquimistas, hechiceros, sacerdotes, druidas... Pero ninguno pudo satisfacer su exigencia. Todos fracasaron en su intento de potenciar la espada, y todos estaban por pagar con su vida.
Hasta que un día, se presentó ante él un enigmático hombre quien se hacía llamar Ambrosino. Era alto y delgado, con una larga barba blanca y una capa negra. Llevaba un bastón de madera con una serpiente tallada en la punta.
«Salve César.» Clamó este con voz grave. «He oído hablar de tu deseo de aumentar el poder de tu espada. Yo puedo hacerlo.»
«¿Quién eres tú?» Interrogó César con desconfianza. «¿Qué sabes tú de magia?»
Respondiéndole este. «Soy un maestro de las artes ocultas. Conozco los secretos del universo y los misterios tras la vida y la muerte. Puedo hacer que tu espada sea la más poderosa del mundo.»
«¿Y qué quieres a cambio?» Inquirió César con recelo.
«Nada.» Dijo Ambrosino con una sonrisa. «Solo quisiera ver su rostro en cuanto vea de lo que soy capaz.»
El César se quedó pensativo. No le gustaba aquel hombre, sin embargo, tampoco podía negarse a su oferta.
Por tanto le entregó la espada.
«Bien. Haz lo que quieras con ella. Pero te advierto que si me engañas o me decepcionas, te arrepentirás.»
Ambrosio asintió, y se llevó la espada a su tienda. Allí, realizó un extraño ritual con velas, incienso, sangre y otros ingredientes. Invocó a antiguas deidades y pronunció palabras incomprensibles.
Y al final, devolvió la espada al César.
«Aquí tienes. Tu espada está lista.»
César cogió la espada y la examinó. No parecía haber cambiado nada su aspecto. Pero cuando la sostuvo entre sus manos, sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo.
La espada vibraba con una energía increíble.
«¿Qué es lo que has hecho?» Interrogó el César, impresionado.
«He infundido tu espada con poder divino.» Explicó. «Ahora, cada vez que la uses, lanzarás relámpagos a tus enemigos. Nadie podrá resistirse a tu fuerza.»
No podía creerlo. Era lo que siempre había soñado. Una espada capaz de destruir ejércitos enteros con un solo tajo. Una espada digna de un dios.
«¡Increíble!» Exclamó el César. «¡Has cumplido mi deseo! Te lo agradezco, Ambrosino. Eres un gran mago.»
«No hay de qué.» Dijo con una sonrisa. «Solo espero que disfrutes de tu poder.»
Julio César estaba orgulloso de su espada. La usaba en todas sus batallas, y nadie podía resistir su poder, causando estragos y terror en los corazones. Sus victorias eran aplastantes y rápidas. Había regresado victorioso de sus campañas en las Galias y en Egipto, donde había derrotado a sus enemigos y había extendido el dominio de su pueblo sobre nuevas tierras. Fue nombrado dictador perpetuo por el senado, y muchos le aclamaban como un héroe y salvador.
Pero no todos compartían ese sentimiento.
Algunos senadores, celosos de su poder y temerosos de sus ambiciones, tramaron en secreto su asesinato. Entre ellos se encontraba Marco Bruto, el caudillo de los rebeldes britanos, sobrino e hijo adoptivo de César.
Y tras una conspiración, César fue asesinado en el teatro de Pompeyo a puñaladas, víctima de la traición y la envidia.
Su muerte provocó una guerra civil que terminó con el ascenso de Octavio Augusto, hijo adoptivo y su heredero, que se convertiría en el primer emperador romano. Después de la batalla de Filipos, en la que Marco Antonio y Octavio derrotaron a los asesinos de César, Bruto logró escapar con algunos de sus seguidores y se embarcó hacia el norte, buscando un lugar donde refugiarse de sus enemigos.
Tras una larga y peligrosa travesía, llegó a las costas de Britania, la isla que los romanos habían intentado conquistar sin éxito. Allí encontró una tierra salvaje y misteriosa, habitada por tribus guerreras que adoraban a los dioses de la naturaleza y seguían los ritos de los druidas, en donde ocultó la espada en un lugar secreto, custodiado por poderes antiguos.
Allí permaneció Caliburnus durante muchos siglos, olvidada por los hombres.
Técnicas
Nombre | Descripción |
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Rayo Excálibur | Desde la punta de su espada, lanza un potente rayo de energía. |
Corte Excálibur | Tras ondear su espada, ofrece un corte rápido cargado de energía que avanza dañando todo a su paso. |
Arremetida Excálibur | A la velocidad de una bala, corta de forma casi quirúrgica a su oponente en distintas partes del cuerpo. |
Halo Excálibur | Lanza varios haces de luz que explotan al contacto. |
Trivia
- La estructura de este artículo está mayormente inspirada por la de Katana de Masakado, de Blade.